sábado, 1 de abril de 2017

El Lobo

   Sentado frente al ordenador obligando a mi rebelde cerebro a crear algo, sometido por la lógica social esclavista, aunque trabaje para mí, mi consciente militarizado da órdenes ofensivas a mi creatividad y a mi subconsciente, adjetivos como vago, flojo, deberías escribir al menos una jornada de ocho horas, como cualquier trabajo, así mi subconsciente registra esta autoflagelación y la creatividad obstinada de tanta chillería se retira a sus aposentos a jugar un rato más. Así me quedo solo frente al ordenador, junto al orgulloso sargento de caballería, preguntándole: ¿y ahora que sargento? ¿Sentaditos ocho horas aquí? Creatividad no cree en el tiempo, no cree en la lógica ni en lo obvio, ella  se inspira en lo etéreo, en lo que no se deja ver, en la timidez inherente a lo maravilloso, eso que hay que desarmar y desmenuzar para encontrar  el núcleo. Tome un libro y empecé a ojearlo, el sargento no se molesta por esto, él sabe que todo aquel que se llame así mismo escritor debe leer, leer mucho, así que logre desviar su atención un rato. En esos días estaba de visita en casa Itzu, un Lobo Siberiano, su mejor amigo se había ido de viaje y me encomendó la tarea de cuidarlo, actividad que realizo conjuntamente a la de escritor y es más lucrativa, me llamaba la atención que Itzu nunca ladraba, solo levantaba sus orejas con atención o cuando paseábamos y captaba a un perro en la distancia se agazapaba en pose depredadora, absolutamente fascinante. El libro que ojeaba era "El Filósofo y el Lobo" de Mark Rowlands, allí el autor a través de su experiencia viviendo gran parte de su vida con un lobo establece la siguiente  comparación: por una parte la sabiduría lupina, que trasciende en el tiempo y nos lleva al nacimiento del Imperio Romano cuyos fundadores Rómulo y Remo  fueron abandonados, encontrados y criados por una loba, al igual que  la mitología griega el hijo del Dios Apolo fue abandonado y criado por una loba quien  luego se convertiría en el fundador de Miletos, así el autor la comparaba con  la inteligencia Símica, vinculada a los simios y por lógica a los seres humanos, únicas especies con la capacidad consciente de engañar. Así que levante la mirada hacia itzu quien al mismo tiempo levanto su cabeza erguido y soberbio sin intención de serlo, nos miramos fijamente y creatividad recibió el estímulo, empezó a cantar una canción cuya letra sonaba en mi cabeza así:







“Había una vez un perrito chiquito con cara de nieve y ojitos de cielo… de cielo infinito… su cuerpo negrito como el universo con dos estrellitas que eran sus ojitos azules como el cielo infinito… pero perrito nunca ladraba… y su amigo le hablaba, le hablaba chiquito, le hablaba bonito a ver si ladraba pero no ladraba, porque ese perrito no era un perrito, era un Lobito que aullaba a la luna cuando está crecía y así el Lobito cantaba a la luna y ella contenta feliz sonreía.




     Y fue así como creatividad se fue de nuevo a sus aposentos silbando su creación después de quince minutos de trabajo, yo escuchaba la canción en mi cabeza sin saber escribir música y el sargento ofuscado también tarareaba la canción entre gruñidos porque quedaban aun siete horas y cuarenticinco minutos de trabajo. 


Imagenes: Virginia Caraballo      @virginiac21

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